Trapitos: Un negocio tan monopolizado como la medicina prepaga
En nuestra vida diaria, se presenta un teatro de absurdos en el que las fronteras entre lo legítimo e ilegítimo se vuelven borrosas. Esta trama desafía las reglas y transforma las calles en un campo de negociación forzada. ¿Dónde trazamos la línea entre lo correcto y lo incorrecto?
Tl;dr
- El problema de pagar por estacionar en la vía pública para evitar delitos.
- Este acto, aunque considerado una contravención, se ha normalizado.
- El delito está formalizado en algunos municipios, con recursos destinados a multar a quienes no pagan.
- Se plantea la necesidad de un debate sobre esta problemática que afecta a la libertad.
El dilema de los “trapitos”
Hoy en día, un fenómeno común en nuestras calles es el de los “trapitos”. Estas personas cobran por estacionar su vehículo en la vía pública con la promesa de “cuidarlo”. Aunque este acto es considerado una contravención, se ha convertido en una práctica generalizada y aceptada. Pero, ¿es correcto pagar a alguien para evitar un delito?
Contravención convertida en norma
En este escenario, los “trapitos” han traspasado los límites de la legalidad. En algunos municipios, el delito está formalizado y los cuidacoches llevan pechera. Más aún, se destinan más recursos a multar a quien no paga el parquímetro que a sancionar a quien infringe la ley. Este hecho pone de manifiesto una realidad incómoda y poco discutida.
La necesidad de un debate
Este problema va más allá de criminalizar a quienes trabajan en la vía pública. Se trata de un negocio tan cartelizado como el de medicina prepaga. Por ejemplo, durante los recitales de Coldplay durante 2022, se llegó a cobrar hasta $4.000 por estacionar en la “vereda” y $5.000 por dejarlo en la calle.
Este fenómeno, lejos de ser fruto de la desorganización social, “es todo lo contrario: de allí la vinculación con facciones barrabravas” . Esta realidad atenta contra la libertad y amenaza la autonomía y la dignidad de las personas.
En este teatro de absurdos, los límites entre lo legítimo y lo ilegítimo se desdibujan. Es necesario abrir el debate sobre esta problemática y cuestionar hasta dónde estamos dispuestos a ceder.
Opinión editorial
Es hora de plantear soluciones reales a este problema que afecta a nuestra sociedad. No se trata solo de castigar a los “trapitos”, sino de abordar las causas subyacentes de la desigualdad y la pobreza que impulsan estas prácticas. Solo así podremos garantizar un espacio público que sea verdaderamente libre y seguro para todos.